Una combrera como reliquia
29 marzo, 2019
NO SÓLO ES QUE QUERAMOS barrer para casa (que también, ya que estamos en nuestro derecho), pero detrás de la moda y casi obsesión por lo light de las últimas décadas, está el motivo del retroceso de la tradición churrera que hace parte de las más sanas costumbres españolas.
¿Que hemos dicho “sanas”? Efectivamente, pues no sólo pretendemos romper una lanza por el castizo churro como herencia culinaria, sino que demostramos con números que la leyenda negra del churro es injusta.
En la comparativa con otras alternativas del desayuno o merienda, el churro está al nivel de los cereales en cuanto al nivel de colesterol que contiene. Y es que el dato sorprende. Si se trata de un buen aceite y de su justo reemplazo, tal y como lo hacemos en la Churrería La Andaluza, el churro está libre de grasas insaturadas, situación de la que no pueden presumir la bollería industrial o las galletas. Es decir: el churro tiene “cero colesterol”, un eslogan que viene convenciendo a muchos de comer habitualmente otros alimentos que están mucho menos sabrosos.
Súmale a esto que a los sencillos ingredientes del churro (harina, agua y sal) no se le añaden colorantes, conservantes ni azúcares (más que el que luego quieras ponerle encima), lo que hace que el churro esté presente ahora en comedores escolares y en residencias de mayores, con el beneplácito de médicos y dietistas.
Por último: un dato que no contiene la tabla: desayunar con un churro, una porra o un buñuelo bañados en delicioso chocolate, aumenta la sensación de bienestar en el paladar, lo cual, no nos digamos mentiras, alarga la vida de cualquiera.